“Son las proyecciones sorpresas en transparencia, 
a la luz de la ternura, de los objetos que sueñan
y que hablan mientras duermen”. 
Tristan Tzara
Cuando sueñan los objetos, 1934

La producción artística de Señor Cifrián (colectivo formado por Esther Señor y Carmen Cifrián) se ha caracterizado desde los inicios de su colaboración conjunta por la elaboración de fotocollages de una gran minuciosidad que son desarrollados en series largamente meditadas en las que el proceso creativo se convierte en una prolija tarea diaria dilatada en el tiempo. Series que, en algunos casos, continúan ampliándose sucesivamente como parte de un desarrollo vital en el que lo íntimo deviene público, imbricando las emociones, deseos y pensamientos de ambas y posibilitando que el espectador se adentre en ellas con una mirada cómplice. Dada la dedicada constancia de su proceso artístico y su afán perfeccionista no es de extrañar que hayan ido ganando cada vez una mayor coherencia conceptual en cada uno de sus trabajos sin menoscabo de su valor puramente estético.

Su proyecto más reciente, titulado En topiaria, se presenta a modo de herbario poético, inventado y de tintes surrealizantes. Girando alrededor del concepto de topiaria*, la práctica llevada a cabo por los paisajistas ornamentales para dotar de forma escultórica a las plantas y arbustos -desde la antigüedad clásica hasta el “Puppy” de Jeff Koons-, Señor Cifrián modifica, hibrida y genera su elegante repertorio botánico, modificando la naturaleza y fundiéndola con el artificio a través del recorte y del uso de la luz; del collage y el fotograma. Del mismo modo que el jardinero dirige el crecimiento y la torsión de las ramas, las artistas deciden por dónde deberá pasar la luz que ennegrezca el papel fotosensible dejando la huella en negativo de los objetos colocados encima. Así, revisitan la técnica del fotograma –por otra parte nunca desaparecida- de los orígenes de la fotografía sin cámara, en una revisión atemporal de las investigaciones de fotógrafos como Fox-Talbot, Anna Atkins, Man Ray o Joan Fontcuberta. A todo ello se suma la influencia que el dadaísmo, el surrealismo, o algunos de sus herederos más cercanos como Chema Madoz, Joan Brossa o Isidro Ferrer ejercen sobre su obra en el sentido de descontextualizar los objetos cotidianos para crear con ellos nuevas combinaciones que generen sus potentes metáforas visuales, cargadas de simbolismo, de objetos que sueñan y que hablan mientras duermen.

En topiaria es, pues, una serie abundante en cuyas obras se combinan los pétalos, hojas y otras partes de la anatomía de las plantas con objets trouvés de diversa naturaleza -piezas de vidrio estirado, mariposas o cuellos de camisa- y que funciona como una colección botánica o una cámara de maravillas que va creciendo con el paso del tiempo añadiendo nuevos híbridos imposibles con los que continuar engañando / seduciendo al espectador; haciéndole dudar – y desconfiar – de su percepción. Como colofón -en tanto que el acto de creación lleva consigo un acto de destrucción- cierra el círculo una serie de imágenes agrupadas bajo el título dibujos de humo en la que las plantas han dejado su impronta en el papel ahumado por la llama de una vela. Este simbólico final plantea la idea de la memoria arqueológica de eras pretéritas en la que, de manera fosilizada, las plantas naturales / reales quedan como un vestigio del pasado, como algo remoto que ha dado pie a nuevas especies de una naturaleza íntima, inventada, elegida. 

Quizás se trate de un acto de evasión a través del cual crear un nuevo mundo fantástico, hecho a la medida de su imaginario íntimo. Un mundo en donde ese repertorio de plantas extraordinarias pudiera recetarse -a la manera de los herbarios medicinales- como reconstituyente anímico o bálsamo para el dolor.

*Etim. Del latín topiarius, jardinero o paisajista ornamental.

Manuel Garrido
(comisario y crítico de arte)